viernes, 12 de diciembre de 2008

Capítulo 10



Perdonad que escriba lo que pienso, es que me he habituado a que esto sea como un testimonio escrito de que existo. Sea mi más fiel cómplice de los sentimientos, de las sensaciones de cada momento. No os cuento grandes cosas ni historias sobre mi vida, pero pienso que hablándoos de un “ahora” descifrado en cavilaciones os cuenta bastante más que si empezara que si en una noche de invierno, un viajero entraba a la estación

El vaso de leche no tuvo lugar antes de irme a la cama anoche porqué alguien me obligó a que escribiese que no fue así. A lo mejor fui yo mismo, pero bueno, ya os dije que mucho me extrañaba. Pero sí os digo que esta mañana no me lo quita nadie. Después de pasarme un buen rato contando ovejas no me la quita nadie ahora. Incluso la leche podría ser de una oveja, aunque creo que es demasiada fuerte para mi gusto.

La cuestión es que empiezo a plantear el procedimiento a seguir para llevar a cabo el caos de tareas diarias que adornan mi día a día. Así en segundo lugar, después del vaso de leche, viene el paseo a Milou, mi perro salchicha (sí, el condenado que no callaba era él), todavía en pijama y sin pasar de la calle de abajo; posteriormente disimular mis increíbles atributos con ropa inútil i feísima (preferiría un kimono o una chompa, muchísimo más cómodo e imaginativo); y luego recolocar el edredón como antes de entrar a darle vueltas al compás de mi ilusiones en rienda suelta durante los escasos segundo y medio o dos del sueño.

Una vez termine con estos trámites empezaré a vivir el nuevo día, cogeré la bicicleta y volveré a la búsqueda de la felicidad. Volveré a la persecución de no se qué cosa que estoy seguro que me la va a dar. Es un pequeño problema no sabes que buscar, pero creo que sí, que ya se cual será mi reacción cuando la encuentre, y entonces sabré que está ahí, delante de mí…

Suerte, y ahora nos vemos otra vez, una vez asegure la bici y retome el lápiz.

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