miércoles, 31 de diciembre de 2008

martes, 30 de diciembre de 2008

El ritmo es frenético. Ellos pasan frenéticamente. Cortan unos segundos el ritmo para llamar tu atención, y el de ella. Quieren que los salpique con su luz blanca. Después dibujan una línea en zig zag y se maravillan al ver las formas escupidas en colores. Están siempre en medio pero puedo ver su cuello. No se dan cuenta, ni siquiera él. Lo creía más espabilado.

De pie, en silencio, la pienso en unas escaleras cerca de los árboles. Vuelvo a mirar. Estamos en unos escalones y el motor de los coches no duerme. Aparecen mil preguntas y diálogos sin sentido. Me invento algún juego de manos para dejarme ganar. Entonces empiezo a pensar que no necesitamos los árboles para jugar y que todos los ruidos sirven, pero esta vez gano yo. Pero las imágenes continuan mudas.

Una mujer rubia interrumpe su ritmo y lanza algo que no logro entender para despertar el mío. No sé qué hacen allí ni por qué se enfadan.


Elijo volver a cruzarme de brazos. Pienso que ese jueves no deberíamos saber el color del metal de los escalones, ni el frío de esas horas. La única palabra aceptada será confusión, aunque se trate de un error y preferiramos callarlo para mirar cada vez desde más cerca, hasta que en febrero nos atrevamos a besar la noche.

sábado, 27 de diciembre de 2008

A petición de Closeyoureyes

cuello, rubia, besar, espabilado, frenéticamente

martes, 23 de diciembre de 2008

Intento convencerme para no pensar. Y, sin quererlo, pienso. Es por culpa de las prisas. Cuando me despierto y cruza otra vez, recapacito y me digo que tengo que esperar. Por lo menos hasta el día 28. A lo mejor es un capricho, porque ya me ha pasado otras (muchas) veces. Es un mal don que tengo, como el del amor fácil.


Es señal de ausencia de la absoluta certeza. Veo momentos en los que las dudas parecen estar en Marruecos y aparecen, en segundos, sin más. No las he llamado. Sinceramente, no molestan, ni poco ni demasiado. Es sólo un cambio, dan vida a los altibajos en el pensamiento, reclaman nuestra más fiel atención. Como un proceso constructivo, las dudas pretenden llevarnos a una decisión, aunque a veces se alargue tanto que parezca que nunca llegará, o ya está todo claro pero preferimos seguir nadando en círculos. Hacen que nos hagamos un favor, aunque a veces resuenen como si lleváramos varias horas de estudio de la peor materia y se conviertan en un ruido casi insoportable que no podemos alejar ni con la inocente ayuda de la almohada.

Hay quien cree que las dudas van de la mano de un proceso emocional: estar, sentirse, triste o feliz. Yo no lo veo. Quieren que nos replanteemos todo aquello que damos por hecho o que se esconde detrás de los marcos de las fotografías de mi habitación, o de la tuya. Es la causalidad de los golpes de la conciencia. Los escuchas e, intevitablemente- al menos en mi caso-, te conviertes en la persona más pesada del mundo para abusar de cierta amistad.

Llevo ya cuatro días con ellas, quedan otros seis. Si no se han ido para entonces, las quemaré en algún papel para el 31.

lunes, 22 de diciembre de 2008

domingo, 21 de diciembre de 2008

Capítulo 11

Un buen día de invierno como ese te despiertas y lo primero que notas es que el aire que acabas de respirar está helado. Es curiosa la sensación de violento desconsuelo que da salir del sueño con la nariz fría, casi congelada. Pero al momento me di cuenta de que lo tiré caliente. Es la primera acción del día consciente: calentar el viento. Y como todos los soñadores hacen, me dediqué a intentar seguir mi bocanada por el mundo, mi primera acción del 21 de diciembre se esparcía.

Si eres avispado sabrás que el aire caliente asciende, y el frío baja. Estas cosas del viento, etc. Pues justo pasaba por ahí una de unos 20 km/h que se llevo mi primera bocanada por la ventana. Aunque el otro día no te lo contara, cuando salí en busca de la felicidad, y te dije que no sabía que era la felicidad todavía, mentía. Hoy te lo cuento, ya sabes que estas son las ventajas de la cibernética. Salí pitando a por la bici para poder seguirlo, sí, al pedazo de viento con aroma a menta madura, a sopa reposada y fría. Y hete aquí que el viento lo hizo pasar por entre los radiadores de un motor de coche, que casi lo chamusca, para que luego, al sacarlo de ahí lo metiera detrás de un viejo camión que lo envenena con humo negro. Poco a poco, paseando por entre los arboles de la alameda se fue limpiando un poco la cara, y de repente chas. Se dio de cara contra una enorme hoja de platanero. Cayó casi en picado hasta meterse por el escote de una muchacha que distraídamente se pasaba por ahí. Justo acababa de salir de la cafetería, y se disponía a ponerse la bufanda. Me salió una sonrisa picarona de pensarlo: mi primera acción del día iba a quedar atrapada dentro del escote de esa muchacha.

Quién sabe si es magia, el destino o qué cosa, pero me sentí más cerca de la felicidad. Esa Chica tenía algo de mí, un pedazo de mi vida del 21 de diciembre, antes o después se la reclamaría. Eso sí, muy delicadamente.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

A petición de CONTEMPLANT

cibernética, magia, escote, bufanda, viento

lunes, 15 de diciembre de 2008

Tiene un abanico de posibilidades para solucionarlo y, supongo, sigue esperando a que se cumpla aquello de "si Mahoma no va a la montaña...". A veces las cosas son más fáciles que eso. No es cuestión de valor, ni mucho menos. Con unas palabras basta; eso sí, sin ir merluza porque las palabras con acento enredado no sirven para estas cosas. Y aunque pasen los días y dejemos que llegue el frío, las horas de tren siguen ahí, en alguna parte de nosotros mismos.


No hemos hablado de ello, pero sé que piensa lo mismo que yo. No necesita decírmelo. Aún así, seguirá alargando la lista de confusiones. Acabará olvidando el porqué de todo esto, de por qué ya nada, mientras el cielo del paladar mantiene su muro de cemento.



domingo, 14 de diciembre de 2008

Nuevas palabras

abanico, cielo, tren, Mahoma, merluza

viernes, 12 de diciembre de 2008

Capítulo 10



Perdonad que escriba lo que pienso, es que me he habituado a que esto sea como un testimonio escrito de que existo. Sea mi más fiel cómplice de los sentimientos, de las sensaciones de cada momento. No os cuento grandes cosas ni historias sobre mi vida, pero pienso que hablándoos de un “ahora” descifrado en cavilaciones os cuenta bastante más que si empezara que si en una noche de invierno, un viajero entraba a la estación

El vaso de leche no tuvo lugar antes de irme a la cama anoche porqué alguien me obligó a que escribiese que no fue así. A lo mejor fui yo mismo, pero bueno, ya os dije que mucho me extrañaba. Pero sí os digo que esta mañana no me lo quita nadie. Después de pasarme un buen rato contando ovejas no me la quita nadie ahora. Incluso la leche podría ser de una oveja, aunque creo que es demasiada fuerte para mi gusto.

La cuestión es que empiezo a plantear el procedimiento a seguir para llevar a cabo el caos de tareas diarias que adornan mi día a día. Así en segundo lugar, después del vaso de leche, viene el paseo a Milou, mi perro salchicha (sí, el condenado que no callaba era él), todavía en pijama y sin pasar de la calle de abajo; posteriormente disimular mis increíbles atributos con ropa inútil i feísima (preferiría un kimono o una chompa, muchísimo más cómodo e imaginativo); y luego recolocar el edredón como antes de entrar a darle vueltas al compás de mi ilusiones en rienda suelta durante los escasos segundo y medio o dos del sueño.

Una vez termine con estos trámites empezaré a vivir el nuevo día, cogeré la bicicleta y volveré a la búsqueda de la felicidad. Volveré a la persecución de no se qué cosa que estoy seguro que me la va a dar. Es un pequeño problema no sabes que buscar, pero creo que sí, que ya se cual será mi reacción cuando la encuentre, y entonces sabré que está ahí, delante de mí…

Suerte, y ahora nos vemos otra vez, una vez asegure la bici y retome el lápiz.

martes, 9 de diciembre de 2008

A petición de Gusiluzinthesky

perro salchicha, kimono, estación, oveja, edredón

domingo, 7 de diciembre de 2008

Felicidad de óvulos y espermatozoides, que es lo que somos nosotros. Viaja en camión pero el azúcar no lo dice. Siempre tomo sacarina, aunque llegue el fin de semana y sobreviva gracias a las pizzas que mi madre deja en el congelador. Sí, así se llevan la felicidad, congelada. Y con precio. Cada vez hay más personas que comparten felicidad. Es por culpa del azúcar.

Mi felicidad a medias será completa felicidad una vez la haya compartido. Tendré que gastarme la felicidad para verlo desde allí porque, hasta entonces, no habré vivido. No sirve una fotografía a través de la pantalla del ordenador. Sí, está retocada, pero, aun así, no dudo de que sea perfecto. La madera siempre es madera.

Tampoco es que lleve mucho tiempo dándole vueltas, lo he pensado esta mañana. Bueno, en realidad, ha sido esta mañana cuando lo he visto por primera vez. Siempre he querido estar ahí, solo que no me acordaba. Creo que ya he estado, de algún modo. Por eso tengo que volver.

Es fácil. Sólo tengo que seguir los colores chillones. Prefiero decir gritones. De todos modos, siempre he odiado las sinestesias.

viernes, 5 de diciembre de 2008

A petición de No tenemos Wifi

pizza, espermatozoide, ordenador, óvulo, camión

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Capítulo 9

Y empiezas a leer y yo mismo me sorprendo que escribo antes de que me ocurran las cosas, o después pero para que parezca ahora, o durante incluso. Son las cosas de la escritura en presenta y primera persona. ¿Qué es antes: que entro a casa, que escribo que entro a casa o que lees que entro a casa? ¿Si entro a casa y mi perro me ladra a las 6 de la mañana, y lo escribo y no lo lees realmente no entro, verdad? ¿Pero si entro a las 6 de la mañana a mi casa, mi perro me ladra pero tú lo lees a las 5 de la tarde? No entro a las 6 de la mañana y mi perro me ladra, sino que entro a las 5 de la tarde aunque yo diga lo contrario. Pero eso sí, mi perro seguirá ladrando de manera permanente, sea la hora que sea. Eso sí que no tiene que ver nada con la “literatura”.

Es curioso, casi cosas de hadas, que un buen día, por cosa de un bigotudo me pare en un pilar y antes de que decida yo nada, ya sabes que me he parado en un pilar, que he escuchado el canto del bicho ese y que me recuerda la historia de un vejete, Claudio. Pero claro, más curioso todavía es que nada más empezar a leer este texto que he escrito yo mismo me tope de morros con que entro a casa a las 6 de la mañana, cuando realmente son las 5 de la tarde, y que me entero que le pego un grito al perro porque no deja de ladrar. De hecho lo descubro unas líneas más adelante pero aquí el tiempo no es lineal, ¡qué más da!

Total, que entro a casa a las X (no se qué hora tienes), y le pego un grito al perro porque no deja de ladrar. Mis padres se asoman por el escándalo que resulta de la trifulca con mi querido chucho, y me pegan una riña que ríete tu de las riñas de los profesores de primaria cuando no hacías los deberes.

Por fin llego a la cama, de esto sí que me acabo de enterar, que me acuesto antes de tomarme un vaso de leche calentito. Yo nunca me hubiera ido a la cama directamente. Empiezo a sospechar si es que escribo de alguien que no soy yo, pero es bastante improbable. De todas maneras, lo tendré que aceptar, al fin y al cabo soy lo que escribo. O espera, ¿no soy lo que leo, o soy lo que lees tú ahora mismo? Dios mío, que lio. Esto debe de ser la resaca. Mejor lo dejo aquí, metido en mi cama a las (¿qué hora tienes?) y esperando a que mañana sea otro día. Quién sabe si mañana me despierto y soy el presidente. Quién sabe…

P.D. ¿Todavía no sabéis mi nombre?