domingo, 21 de diciembre de 2008

Capítulo 11

Un buen día de invierno como ese te despiertas y lo primero que notas es que el aire que acabas de respirar está helado. Es curiosa la sensación de violento desconsuelo que da salir del sueño con la nariz fría, casi congelada. Pero al momento me di cuenta de que lo tiré caliente. Es la primera acción del día consciente: calentar el viento. Y como todos los soñadores hacen, me dediqué a intentar seguir mi bocanada por el mundo, mi primera acción del 21 de diciembre se esparcía.

Si eres avispado sabrás que el aire caliente asciende, y el frío baja. Estas cosas del viento, etc. Pues justo pasaba por ahí una de unos 20 km/h que se llevo mi primera bocanada por la ventana. Aunque el otro día no te lo contara, cuando salí en busca de la felicidad, y te dije que no sabía que era la felicidad todavía, mentía. Hoy te lo cuento, ya sabes que estas son las ventajas de la cibernética. Salí pitando a por la bici para poder seguirlo, sí, al pedazo de viento con aroma a menta madura, a sopa reposada y fría. Y hete aquí que el viento lo hizo pasar por entre los radiadores de un motor de coche, que casi lo chamusca, para que luego, al sacarlo de ahí lo metiera detrás de un viejo camión que lo envenena con humo negro. Poco a poco, paseando por entre los arboles de la alameda se fue limpiando un poco la cara, y de repente chas. Se dio de cara contra una enorme hoja de platanero. Cayó casi en picado hasta meterse por el escote de una muchacha que distraídamente se pasaba por ahí. Justo acababa de salir de la cafetería, y se disponía a ponerse la bufanda. Me salió una sonrisa picarona de pensarlo: mi primera acción del día iba a quedar atrapada dentro del escote de esa muchacha.

Quién sabe si es magia, el destino o qué cosa, pero me sentí más cerca de la felicidad. Esa Chica tenía algo de mí, un pedazo de mi vida del 21 de diciembre, antes o después se la reclamaría. Eso sí, muy delicadamente.

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