miércoles, 14 de enero de 2009

Capítulo 19

Sentía todas las miradas encima de él, pero lo peor es que no sabía que hacer con ellas. La mezcla en su cabeza daba un resultado muy peligroso, y quizá la buena no se atrevió a escribirla. Escudriñó a su alrededor, mirando hacia el cielo buscando la inspiración como quien le busca color al éter. Estaba bloqueado, pero sin darse cuenta ya había salido una. Intentando mantener ese tono serio, pero a la vez fluido, grácil, biensonante, literario al fin y al cabo, le había salido la primera, y encima mezclada con color. Esto marchaba, pero, se paró de repente y bloqueó todo lo que estaba en marcha.

Qué coño era eso del estilo biensonante, qué coño era eso de meter las cosas con lubricante para que no hiciesen ruido ni daño, para que no chirriaran con las demás cosas. ¡Qué mierda le pasaba! De nuevo le repugnaban esos formalismos. Se metió la mano hasta el escroto, se lo cogió bien prieto y gritó: Esto pa’ ti. Que se joda tanto verbo fino, si al final se dice lo mismo. Hasta sale rima asonante. Vale que parece un arte del hipopótamo bailarín, que parece torpe, pesado…Es danza, es narración. Es lo que me de la gana, y así me espanto algunos ojos que se han cansado ya de escudriñar.

Estaba que ardía, pero se había quitado un peso de encima. Mejor dicho, 4 pesos. ¿Qué le quedaba?, ¿Qué le atormentaba? De nuevo empezaba a sentir las miradas en el pescuezo. Cómo le costaba salir a la última, se resistía como nunca ninguna lo había hecho, ni siquiera vislumbraba una posible salida.

Se volvió a parar, se relajo de nuevo y pensó en ese verde que se ve en las hojas a trasluz. Tanta magia apoyada en el verde clorofila, en el verde del átomo de magnesio de la molécula de clorofila. Pocos llegan a saber estas pequeñas cosas. Esa grandeza de lo diminuto. Ese dato que tenía ahí guardado en la manga, que muchas veces son los que te libran de los apuros. I ahí estaba, en efecto, esa pequeñez, esa pequeña pedantería que le salvo.

Quizá lo bueno no se atrevió a escribirla, pero muchas letras había colocado ya, una detrás de otra, y de alguna manera sabía que saldría del apuro, que cerraría a tantos ojos que le miraban.

1 comentario:

F. Morant y M. Ramón dijo...

dedicado a mi compi, por su sonrisa, que nunca muere. Aunque más bien, la que nunca muere es su risa...

Un besazo